Tuesday, May 16, 2023

EL PAJARO CARPINTERO

 Constantemente se le puede escuchar si uno se adentra en un bosque. En esos en los que habitan de forma ausente a la presencia del hombre.

Cuanto mayor densidad de árboles, el sonido de su laborioso e incesante golpear de la dura corteza, se hace mucho más sordo, inundando completamente el ambiente, que, cuando es húmedo, magnifica aún más si cabe, el retumbar de la madera al irse pulverizando en forma de diminutas astillas.

Cada golpe es una pequeña colisión en si, que esta pequeña criatura consigue realizar sin sufrir daños importantes en su cerebro, puesto que el movimiento de su cabeza, a la par que su duro pico, reciben la energía del impacto.

Toda una vida dando golpes y no sufrir un daño severo por ello es, cuanto menos, digno de observación y estudio, de análisis y , por qué no decirlo también, de sana envidia.

Si comparamos el repiqueteo del bosque con ideas que constantemente proyectamos, repetimos e incluso rumiamos a diario de forma constante, es posible que ese "ruido mental" que no forma astillas ni horada la corteza de árbol alguno, permanezca en el interior de nuestra cabeza (en este caso, nuestra mente) y acabe ocasionando daños de difícil arreglo o simplemente se encarguen de hacer nuestra vida diaria mucho más dura y dramática.

No tenemos el pico del pájaro, ni su sólido cráneo para poder disipar la energía (en este caso dañina) del interior de nuestra cabeza, consiguiendo concentrar una gran cantidad de pensamientos negativos que acaban revertiendo en daños físicos de nuestro organismo. 

Valga como ejemplo eso que llamamos el estrés y que viene ocasionado por una situación psicológica que ocasiona que nuestro organismo produzca determinadas sustancias que dañan e intoxican nuestros sistemas, pudiendo ocasionar problemas hormonales, pérdidas de pelo, manchas en la piel, pérdida de peso, y un largo etcétera que la medicina se ha encargado de descubrir, diagnosticar y tratar a diario. 

No deseo extenderme mucho en este asunto porque ni soy médico ni se nada del tema que no sea algún artículo de divulgación científica, podcast o libro de autoayuda., pero dicho queda que: lo que se "cocina en la mente" acaba afectando al organismo tanto para bien como para mal.

Qué decir de este casi último año de mi vida. El año del cambio, del tsunami emocional y mental, del miedo y de la emoción por el riesgo, de la ilusión y de la esperanza en descubrir cosas nuevas. Cambios acontecidos por decisiones tomadas con reservas y determinación a partes iguales, quizá un poco "narcotizado" por ese bloqueo de nuestra capacidad de razonar de forma objetiva e imparcial fruto del enamoramiento...Al fin y al cabo decisiones pensadas y meditadas en forma y cantidad acorde al momento en que se tomaron.

Es curioso cómo la vida se vive de forma diferente cuando eres un espectador que ve la vida de otros desde una ventana, o la pantalla de una televisión, siempre con la seguridad que te ofrece el tiempo y el espacio, de manera que esa seguridad es casi total al considerar que nada de eso que ves te puede llegar a afectar de forma directa.

Cuando eres tú el personaje que interactúa al otro lado de la ventana y de la pantalla, la cosa cambia por completo, ya que el frío de la realidad y la contundencia de su golpe se siente hasta la médula de los huesos, llenando tu cuerpo de una especie de lodo o lava viscosa que no solo te ahoga, sino que también te dificulta el movimiento, casi como si de una mosca atrapada en un tarro de miel se tratara...

Sin embargo, las malas situaciones a las que frecuentemente nos expone la vida, muchas de las cuales escapan de todo control posible por nuestra parte, en cierta manera nos empujan a que demos un paso hacia atrás y tomemos un poco de perspectiva que permita analizar qué nos está sucediendo y cómo estamos reaccionando ante ello.

Mis últimos seis meses y pico fuera de mi lugar de residencia, de mi entorno seguro, mis hijos y otra familia, me han proporcionado una pequeña tabla de salvación en medio de un vasto y embravecido océano de dudas, sentimientos, sensaciones contradictorias, inseguridades, sentimiento de culpa y todo ese incesante repertorio de ingredientes propios de una pizza de desdicha y tristeza...

Esa tabla no ha sido realmente una plataforma sólida y estable que me proporcionara la serenidad necesaria que mi convulsa mente necesitaba, sino que más bien se ha tratado de un resto a la deriva que apenas me ha mantenido a flote pero que a las primeras de cambio se tambaleaba de forma súbita para volver a terminar en el agua a merced de la mar. Lo justo para flotar, tomar aire y seguir resistiendo el embate de las olas que no dejaban de impactarme cada día.

Últimamente he repetido mucho la frase de que "nada dura eternamente", empezando por la propia vida y terminando por el recuerdo de quiénes nos precedieron, las ideas o incluso la propia música. Y es que el tiempo ha pasado y ese pedazo de madera flotante se ha desecho en astillas que ya no pueden mantenerme a flote por más tiempo (en este caso el tiempo de estar fuera y en un entorno controlado como si del mismísimo Show de Truman se tratara ha llegado a su fin), debiendo ahora volver a nadar por mi mismo y enfrentarme a ese mar imponente que me rodea. Es como volver a la vida real tras un período de vacaciones, aunque la alegoría en este caso no es la más apropiada ni la que mejor se ajusta a la realidad.

Y es que aquellos con los que últimamente convivo y comparto mis días me miran incrédulos cuando les digo que un día, cuando menos nos lo esperamos, giramos una esquina y nos encontramos con nosotros mismos de frente pero habiendo pasado un importante número de años, habiendo pasado gran parte de nuestra vida. Solo depende de nosotros que al encontrarnos de frente con ese yo, le podamos decir: -Qué?, Guay, no?-, porque en ese justo momento ya no podremos volver atrás a cambiar nada que hayamos hecho, o que por el contrario, dejáramos de hacer.

La perspectiva de estos meses, a pesar de verse ensombrecida por numerosos hechos (digamos negativos), el permanente bloqueo mental en el que me he encontrado, así como el auto-sabotaje impuesto a modo de castigo, ha permitido que, en determinados momentos de claridad, tomara conciencia de lo que me sucedía y de lo que me podría llegar a suceder si persisto en ese tipo de conducta destructiva. Uno no solo se daña a si mismo, sino que también lo hace a quiénes le rodean, le quieren y tratan de hacer lo posible por ayudar en estos duros momentos.

Nada mejor que un chapuzón en la helada agua de la realidad para tener que reaccionar y empezar a tomar acción en todo aquello que solo nosotros podemos y debemos hacer para seguir adelante sin que la mente y la salud nos pasen facturas difíciles de pagar.

Y en todo este tiempo, la criatura que permanece decidida picoteando la corteza del árbol, no solo ha sido capaz de construir uno de los mejores refugios que puede haber en la naturaleza, sino que ha inundado el ambiente con ese sonido que ayuda a desconectar la mente de cuerpo proporcionando paz.



No comments: