Friday, September 09, 2016

7a+. PICU URRIELLU.

"Las grandes montañas no son justas o injustas, simplemente son peligrosas".
Reinhold Messner



Imaginamos el futuro y al hacerlo queremos influenciarlo de alguna forma para que suceda aquello que realmente deseamos.
A pesar de hacerlo, los acontecimientos, en mayor o menor medida, toman su curso natural independientemente de lo que nosotros hayamos imaginado previamente.
La vida, muchas veces, sigue su curso ignorando nuestras acciones u omisiones que se empeñan en dar forma a algo inmaterial que tiene su propia esencia.
Algo como decir  que: lo que tiene que pasar pasará, aunque no seamos conscientes de ello o nos empeñemos en dar otra forma a lo que es indeformable.
Y así, con sueños previos y planteamientos teóricos de cómo debería suceder la escalada del Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, nos cruzamos el país de punta a punta, de Sur a Norte, dejando la llanura de las marismas hasta encontrarnos con los macizos aserrados de los Picos de Europa.
Como personajes de una historia de Tolkien, avanzamos penosamente a la vez que extasiados por un entorno en el que apenas tenemos la consideración de insignificantes rodeados de tanta inmensidad.
La vista casi no alcanza a ver el final de los valles y gargantas que se pierden en la más absoluta profundidad.



Colores grises de la roca y el kasrt combinan con el verde de los prados que salpican el paisaje colgados a dos mil metros sobre el nivel del mar.
La tarde es fresca y el astro rey comienza a ocultarse tras los picos mas altos, concediendo una tregua al calor que horas antes hubiera hecho más dura la aproximación al Refugio de Urriellu.
Llegamos de noche y algo justos por el peso y el desentreno propio del verano, que al menos en mi caso, es algo mayor debido a la parada desde junio.
Siempre digo que a la montaña hay que venir fuerte, incluso sobrado, máxime si pretendes afrontar un proyecto de escalada técnico, que requerirá que ofrezcas tu mejor versión. 


El hecho de acudir a este enclave justo al terminar la temporada de verano, nos permite rodearnos de otros que, al igual que nosotros, acuden a buscar esa escalada exigente que ofrece el coloso. Es por ello que la cantidad de escaladores es asumible para no que no exista la aglomeración que semanas atrás se hubiera dado.



El ambiente entre escaladores y montañeros parece que, al menos de momento, se resiste a la masificación que otros deportes sufren.
El día de la escalada nos aproximamos temprano a la vía en la cara Sur del gigante rocoso, procurando llegar de los primeros y no tener que esperar en caso de que otros tengan la misma idea.
Llegamos segundos y mientras preparamos el material los escaladores que nos preceden van ganando altura en la pared a la vez que se hacen cada vez más pequeños.
Comienzo el primer largo de primero, donde se encuentra el paso más complicado de la vía, con posibilidad de colocar un friend sin problemas, por lo que se puede acometer con cierto "riesgo" sin temor a comenzar volando la escalada.
Consigo pasar con algo de esfuerzo pero sin llegar a apretar todos los dientes, por lo que me tranquilizo y siento como la moral es positiva 
.


Le toca a Poty que consigue llegar a la R1 tras haber decidido meter un yuma en una de las dos cuerdas. Parece que no lo ve claro.
Es el momento de Jose, que salva el largo sin mayores problemas, alcanzando la reunión y preparándose seguidamente para afrontar el segundo largo que también decido acometer yo.
Justo sobre la R1 vemos un parabolt que marca una dirección totalmente vertical por una especie de chimenea roma y lisa.


Comienzo a subir sin percatarme que estoy haciendo pasos de 7a hasta que consigo chapar y , tras la seguridad de la cuerda, ir buscando la diagonal para alcanzar una falla que marca claramente la dirección de la vía.
Coloco un fisurero y empiezo a desplazarme lateralmente en otro paso de 7a.
Me caigo. Es un vuelo pequeño sin consecuencias.
Vuelvo a la reunión donde relajo un poco. 


Subo otra vez y vuelvo a caer, lastimándome el hombro. Decido parar un poco y pensar para que no me suceda lo mismo en el tercer intento. 
Al final preparo un estribo con cuña a pesar de que me fastidia tener que emplear técnicas de artificial donde se supone que debo usar las de libre.
Salgo del paso y meto la cuña en una  fisura, parece que aguanta, pero al cargar el peso del cuerpo salta y vuelvo a volar. Esta vez de forma más aparatosa aunque sin consecuencias.
En la reunión Poty decide bajarse y Jose lo pone a pie de vía.
Vuelvo a insistir diciendo que si no lo paso le dejo a él que intente sacar el paso y poder continuar con el largo.
Me llevo dos estribos y uno lo coloco sobre el parabolt, continuando en travesía hacia la derecha, consiguiendo superar un pequeño hombro liso y pulido.
Apenas hay presas y las pocas existentes son muy resbaladizas, por lo que el pie de gato no consigue adherirse a la roca.
Continúo lateralmente y ganando poco a poco altura, a la vez que la cuerda se va haciendo más larga tras el último seguro.
Tengo que meter algo porque empiezo a estar en una situación complicada...
En una oquedad introduzco un friend sin muchas garantías y paso la cuerda, pero se que el emplazamiento del seguro no es el más adecuado.
Me dispongo a seguir avanzando y lentamente consigo ir ganando metros con la esperanza de encontrar un apoyo de pies lo suficientemente grande como para descansar un poco, ya que llevo bastante rato en una posición muy técnica y forzada.
La idea de poder meter otro seguro se convierte en una prioridad, pero no hay fisura alguna donde meter nada.
Dispongo un pie tras otro para volver a moverme en un paso con buenos agarres de manos y justo ahí, me caigo.
En un segundo me preparo para recibir el primer golpe de la cadena de aseguración con el friend que no aguanta y salta, multiplicando casi por tres la longitud de la cuerda hasta el siguiente seguro que vuelve a saltar justo cuando mi cuerpo impacta de forma brutal contra la pared.
Recibo el golpe en el costado derecho y salgo proyectado de la roca para volver a golpear de espaldas y con la cabeza, siendo ahí cuando consigo adoptar la posición de recepción para otro posible golpe, pero me invierto y quedo boca abajo, volviendo a golpear mi talón izquierdo.
Le toca el momento a la elasticidad de la cuerda para que haga su parte y siento como las cuerdas dan de sí en algo que parece que no tiene fin.
Todo queda inmóvil y rápidamente me evalúo para comprobar los daños que puedo tener, que a primera vista solo parecen producto de un fuerte golpe pero sin mayores consecuencias.
Me baja Jose a pie de vía y decido no seguir porque el dolor sigue en aumento y podría complicarse a medida que nos viéramos colgados de la pared.


Descender de la vía al collado Sur es duro, pero no tanto como alcanzar el refugio atravesando el Canal de la Celada bajo un sol de justicia.
Tengo que recurrir a mis recursos para situaciones de emergencia a la vez que noto como el cuerpo poco a poco se va degradando y viniendo abajo.
Una vez en el refugio, la comunidad montañera y de escaladores me deja las cosas claras y decidimos pedir la evacuación en helicóptero ante la imposibilidad de hacer el camino de vuelta a pie. Si tuviera que graduar el nivel de dolor que soportaba en esos momentos, probablemente lo estableciese en 8.5 sobre 10 donde este último sería casi el shock neurálgico por dolor.
Aluviones de ideas y pensamientos se me vienen a la cabeza y no puedo evitar pensar en la paradoja de ser un rescatador de helicóptero rescatado por otro semejante.
El hecho de no poder haber conseguido la cima, o simplemente la R2 de una vía que, sobradamente, estaba a nuestro alcance comienza a atormentarme a la vez que intento imaginar el nivel de gravedad de mis lesiones.
Lo que en un principio habían sido tres costillas rotas queda en cinco costillas rotas y una fractura del calcáneo izquierdo, aunque lo que realmente duele es el orgullo y el pundonor por el fracaso.
Aquí ahora, desde la comodidad del salón de casa, es inevitable no darle vueltas al asunto y preguntarme una y mil veces como no me di cuenta de que la salida se hacía lateralmente a la R1 y no hacia arriba. 
La historia, esta historia, se hubiera escrito con otro final y otra trama casi con total seguridad, pero el caso es que lo sucedido no tiene marcha atrás y solo queda el consuelo de aprender de los errores y de la experiencia.
Los días son duros, así como lo son también las noches, donde el cuerpo no permite que me tumbe y descanse de forma correcta.
La mente ahora no da tregua alguna y me castiga constantemente con la visión del paso y el momento de la caída, haciéndome desear poder estar ahora mismo allí y atacar el paso por el lugar correcto.
Y es que ahora, el problema en sí y el hecho de la vía, se convierten en una obsesión que no cesará hasta que regrese y consiga saldar mi deuda con el Picu.



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