Monday, May 02, 2016

SEA OF DOUBTS

Dicen que nuestras arrugas muestran la sapiencia adquirida con el paso de los años.
Hay quien afirma que son muestra de un sinfín de ocasiones en las que nuestros ojos forzaban el gesto al reír a carcajadas, naturales y libres...
He escuchado personas que defendían que su rastro es señal de un largo sufrimiento en el día a día.
Aunque los hay que aseguran que son un reflejo de una vida expuesta al sol, al frío, la lluvia y el viento.
Cuántas arrugas tenemos nosotros que pensamos muchas veces que somos el centro del universo, el ombligo del planeta?
Cuántas visibles y cuántas escondidas en esas partes que apenas queremos mostrar al resto de semejantes, custodiando con celo nuestra intimidad más personal.
Abrazamos los sueños con la esperanza de la llegada del día en que se vean cumplidos, recompensando así el camino seguido a tal fin.
Un camino no exento de cruces, de cuestas, de duros y angostos pedregales..., de zonas de maleza y vegetación profundamente tupida...
Y albergamos esperanza en esos deseos porque muchas veces, quizá demasiadas, nos aferramos a ellos porque parece que son lo que da sentido a la vida, haciéndola plena y útil, sintiéndonos por ello los protagonistas de nuestra propia historia y no unos meros espectadores que contemplan atónitos y embobados lo que otros son capaces de vivir.
Son caminos donde el polvo, a menudo, se mezcla con el sudor mojando los ojos que lagrimean, al igual que nos llenan la boca de una especie de lodo al mezclarse con la densa saliva propia del esfuerzo.
Confiamos los pasos claves a otros, que como nosotros, buscan la plenitud en la misma actividad, en el mismo sueño, apoyándonos en su sabiduría, en su experiencia y mirada crítica para recomendarnos hasta dónde y cuándo debemos avanzar. Dando lo justo y reservando la energía tan necesaria para seguir adelante.
Siempre digo que son caminos de ida y vuelta, porque a pesar de que la meta está bien definida, cuando entiendes la vida de esta manera, huyes de tópicos y modas y tan solo priorizas en seguir y seguir.
Sí, las modas y los movimientos migratorios grupales que hoy en día tan usuales se han vuelto en nuestra sociedad, parecen abocarnos a un destino no deseado, confundiendo por ello nuestra percepción de la realidad.
Los hubo antes, mucho antes pues, antes de que esta locura floreciera como la primavera más exótica...
Y esos mismos seguirán estando ahí cuando el invierno marchite todo y la gente se haya cansado de sufrir así, buscando, tal vez, otra moda pasajera que alimente sus sueños y proyectos.
Últimamente he escuchado eso de la tristeza por el final de un camino, demostrando, a mi parecer, un planteamiento erróneo, donde uno y solo uno debe decidir dónde se encuentra el final, donde se hace un simple alto en el camino y donde se decide seguir con lo que supuestamente tanto apasiona.
Encontrar la medida de cada zapato es misión del viajero de la vida, del protagonista personal de cada historia, procurando no entrar en juicios ni opiniones subjetivas de qué hace aquel y no centrarnos en nuestro propio proceder.
Todos merecen lo mejor en justa medida a sus esfuerzos en inversiones, aunque la suerte, como en en muchas otras cosas de la vida, cobra especial relevancia en un día muy largo donde es difícil controlar todas las variables.
Los objetivos que cada uno plantea en un desafío como este son variopintos, pasando de actuaciones brillantes en lo deportivo, hasta otras donde el implicado apenas arriesga y opta por el premio de la seguridad controlada.
En el límite de unos y otros se encuentran los que no habiendo jugado bien sus cartas, bien haciendo una apuesta muy arriesgada o por encima de sus posibilidades reales o por no poder controlar alguno de esos factores extrínsecos de los que hablamos; consiguen estrellarse estrepitosamente contra sus propias limitaciones físicas y psicológicas.
Todos ellos son igual de lícitos, igual de buenos y de malos, ya que solo uno mismo es quien debe juzgar si su trabajo hasta el día de la prueba ha sido el correcto y el esperado.
La experiencia, esa gran consejera de la vida, nos indica que sigamos unas pautas para no repetir errores del pasado, pero nuestro espíritu aventurero, ese que nos empujó a acometer semejante empresa, nos empuja a intentar siempre ir un poco más lejos.
La fina línea que separa el éxito personal del fracaso, no siempre está bien definida, debiendo por ello escuchar a nuestra cabeza y nuestro corazón en su justa medida.
Personalmente no lo tengo claro aún, siendo pues algo sobre lo que debo meditar y decidir para tratar de elegir mi mejor carta, mi mejor golpe, mi mejor versión de mi mismo.
Los fantasmas del pasado me acechan en las sombras de este mar de dudas, a la vez que un pequeño fuego que abrigo en el interior me anima a ser valiente.
Difícil decisión que quizá, como tal, no pueda tomarse nunca.
Y sí, hablamos del Ironman de Lanzarote.
De qué iba a ser si no? 

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