Sunday, August 30, 2015

FIGURES


Casi desde el comienzo de los tiempos, o al menos de lo que consideramos Historia (puede que parte de la Prehistoria también), el ser humano ha empleado los números para facilitar multitud de tareas y diferentes quehaceres del día a día.
Han sido herramientas importantes en el control del tiempo, el estudio del Universo, el orden de las cosas...
También nos han valido para enumerar las novias que tuvimos, los años que tenemos, los sueños que anhelamos y los bienes que poseemos.
Como todo aquello que el hombre ha creado para mejorar su vida, cuando uno abusa de algo, entonces, lejos de prestarle esa ayuda esencial, lo que sucede es que se transforma en algo enfermizo, algo negativo, que nos complica la existencia.
Esa existencia que no es ni más ni menos la que nosotros mismos elegimos y manejamos, culpando a terceras personas o agentes externos, de que las cosas no salen como pensamos, como planeamos o como queremos que salgan.
Y como yo también formo parte de esa historia del hombre (o de su prehistoria, no lo tengo muy claro), también recurro al fácil tópico de erigir como culpable de mis fracasos y limitaciones a esos agentes antes citados, que solo ponen trabas en nuestro camino.
Si dejo de enrollarme y me centro en el asunto, que no es ni más ni menos que meramente deportivo, lo que planteo es que motivos físicos y psíquicos (no vamos a ocultarlo a estas alturas de la película...), hacen que me encuentre en un estado de forma que no garantiza en lo más mínimo una participación decente en la siguiente prueba de mi calendario.
Triatlón Iberman de distancia ironman.
La fecha próxima unida a la lesión que arrastro desde una semana antes del Ironman de Lanzarote, allá por el mes de mayo, agravada con el esguince de tobillo en el mes de agosto, no me dejan margen de maniobra para asegurar un mínimo de dignidad deportiva a mi participación en este reto.
Entrenar con dolor es duro, pero entrenar con dolor, agravando una lesión y sintiendo muy de cerca la presión autoimpuesta de poder ofrecer garantías para acometer esa distancia de forma sensata, con solidez y no por ello de forma competitiva;eso, tengo claro que es una cosa bien diferente.
Llevo tiempo haciendo burradas con mi cuerpo, muchas de ellas sin dorsal en la camiseta, así que sé bien de que me hablo, lo cual no quita que en ocasiones (últimamente demasiadas) haga oídos sordos a mi conciencia y salte del avión sin haber plegado siquiera el paracaídas.
Y es que el corazón y la pasión a veces nos juegan malas pasadas, a veces buenas y otras muy buenas.
Solo la experiencia en la vida y los años nos harán discernir de unas y de otras, estando permanentemente expuestos a fallar, o a acertar.
Si tenemos claro que asumimos las consecuencias generadas por las decisiones que tomamos de forma libre, no hay gran problema, o no debe haberlo. 
Aunque duela..., porque duele.
Llevo meses con una fascitis plantar en el pie izquierdo que no me ha permitido despertarme con una alegría al poner el pie en el suelo tras la noche.
No me ha impedido del todo, tan solo limitado parcialmente,  a pesar que los "postmomentos" han sido dolorosos.
Otros días me ha dado treguas, que tan solo han propiciado exprimir un cuerpo reprimido por el temor al dolor, ocasionando, a la larga, otro dolor más severo.
La apuesta por la montaña es firme y sin vuelta atrás, queriendo enfocar mi carrera a pie en este entorno casi de forma exclusiva, por lo que aprender la técnica es crucial.
Un aprendizaje que me propició un mal pie y un esguince del que todavía arrastro secuelas.
Como puede apreciarse, el panorama no es nada halagüeño y la presión sigue bullendo en mi cerebro como los gases en la cámara magmática de un volcán a punto de entrar en erupción.
La balanza de lo negativo no solo se decanta hacia su lado, sino que literalmente hace volcar todo el tinglado para que cualquier mente media, tome la decisión correcta de poner punto y aparte a este proyecto deportivo.
Y es ahí donde entra a jugar la pasión, el coraje, los cojones, el mal entendido orgullo (o bien, porque tampoco es fácil decir qué está bien y qué mal)y tu propio amor propio vestido del más puro egocentrismo y egoísmo para decirte que no arrojes la toalla.
Que con un poco de aquí, otro poco de allá, tu experiencia y tu valor se puede conseguir el reto, que merece la pena calar la bayoneta y lanzarse en un último y desesperado ataque.
Y es que así me he sentido últimamente, desesperado por poner una cruz, por tachar una línea, hacer una muesca en mi tomahawk , o qué se yo...
Pero consciente de que el peso de la losa que produce la "numeritis" me ahoga de forma irremediable, llevándome a una especie de catarsis que para nada deseo, donde parece que entreno como parte del guión de una moda o de una película.
No hay cosa que más me irrite que la imagen de un GPS mostrando los datos de una sesión de entrenamiento, o los típicos comentarios de que si las sensaciones fueron tal y cual.
De cuando los deportistas se congratulan y se vanaglorian mutuamente como cazadores frente a sus trofeos.
Pienso que quizá en el transfondo de todo, lo que únicamente coexiste es la mayor de las envidias de mi persona hacia los logros de mis semejantes, mis compañeros y mis amigos.
Mi único lado coherente del cortex sabe que en la mayoría de los casos la gente, el deportista, "peca" de efusividad y tan solo quiere compartir sus alegrías.
Igual que si yo mismo comparto una foto en Instagram desde lo alto de la cima en una remota montaña, dejando por sentado que tan solo lo hago por el hecho de hacer partícipes a mis amigos de algo que pueda apasionarme.
Cada uno es lo suficiente mayor (aunque algunos parecen no saberlo comportándose como auténticos adolescentes imberbes) para saber que hay detrás de cada post, de cada imagen, de cada entrada o comentario.
Tengo claro que de una forma u otra me he visto envuelto en un torbellino monotema que me aparta de de la realidad general, que me hace desatender otros aspectos de mi vida, otros amigos, otros quehaceres, pasiones y proyectos.
Necesito alejarme de esa numeritis que antes comenté, y necesito hacerlo de forma total y sin daños colaterales.
De sentirme libre.
De no verme obligado a esto y lo otro y alegrarme de los éxitos del prójimo.
De no opinar si no soy preguntado.
De no cuestionar lo que otros hagan, digan o decidan.
De ver pasar el tren de la vida desde la estación, montándome tan solo cuando realmente quiera hacerlo.
Sé que la lesión ha sido la excusa, el pretexto, pero también ha sido la moneda que me ha puesto sobre aviso, la que me ha dado el empujón final para tomar la decisión.
Decisión de retirarme antes de rendir batalla ante el que hubiera podido ser mi número ocho, pero que quiero, de veras , sentir que me importa un bledo cuántos.
Solo escribirlo duele.
Solo pensarlo es difícil.
Solo plantearlo te hace que pienses : Y si...?
Ahora solo quiero recuperar mis capacidades físicas y mi fortaleza mental para poder volver a acometer proyectos deportivos y de otra índole con mayor garantía.
Muchas ideas me pasan por la mente, pero sería aventurado afirmar cuáles tienen más futuro de prosperar.
El tiempo irá diciendo cómo siguen las cosas.

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