Sunday, June 15, 2014

LANZAROTE IRONMAN 2014.

Abrazamos los sueños con la esperanza de que transcurran de la forma en que los soñamos, con igual resultado, con igual sentimiento, con igual pasión.
Pero los sueños, como ideas difusas que nuestra mente proyecta, no se desarrollan siempre siguiendo un guión escrito, un guión con un final feliz.
A lo largo del maravilloso camino que supone nuestra vida, visualizamos momentos y tratamos de influir, de esta manera, en el desenlace o el modo en que estos tienen lugar.
De hecho esta visualización, en muchas ocasiones es positiva, ya que consigue que sin darnos cuenta adoptemos unas pautas y medidas que repercuten de forma directa en lo que pretendemos llevar a cabo, o en aquello que simplemente llamamos nuestra historia.
El IRONMAN de Lanzarote, no deja de ser un episodio más de la mía, donde,como comento en las líneas superiores, plasmé mi propio sueño y la forma en que deseaba que transcurriera, pero nuestra entelequia no solo depende de los buenos deseos e intenciones, sino que requiere de factores externos que escapan a nuestro control.
Acometer este desafío es en si el premio tras un largo andar y que queda cojo si no lo disfrutas con los tuyos.
Mis chic@s no estuvieron conmigo pero tuve el arrope de mis amigos del triatlón y sus familias. Verlos disfrutar a ellos me hacía saborear más mi propio disfrute.
Viajamos en barco con una furgoneta prestada por Rinojo, donde 11 sueños de dos ruedas viajaron apelotonadas junto a un montón de material de Ironman.
Y lo hacen como si de caballos pura sangre se trataran, con ese nerviosismo, esas ganas por ser espoleados y empezar a galopar salvajes y desbocados...
El reencuentro es especial a pesar de que han pasado horas tras habernos visto en la Península, y es que ya estamos extasiados por el ambiente Ironman y la droga que supone.
Este éxtasis, además de felicidad, nos propició una buena dosis de risas cuando cenábamos juntos en el Club La Santa y escuchábamos a Alberto Mojo describir el desembarco de la Armada Gaditana en la Playa de Puerto del Carmen.
Pero no quiero extenderme tanto regocijándome en cada segundo vivido en la Isla, sino centrarme más en lo que fue la carrera en si.
Y fue así como se desarrolló mi propio sueño:

El MAR...
Minutos antes nos habíamos deseado suerte y casi por casualidad coincidimos en la muchedumbre Félix, Jhonny, Luis, Alberto y yo. También se unió al grupo un Charlton Heston espigado que sonreía de la misma forma que lo hacen los turistas, un poco con la actitud de me hago el tonto pero soy más listo que el hambre.
No me siento nada nervioso y si con muchas ganas de comenzar la prueba. Me pongo los tapones y..."Aislamiento Sensorial".
Salida y andamos deprisa hacia un mar que se vuelve blanco por la espuma y negro por la gran cantidad de oscuros delfines que buscan su hueco para abrirse paso entre las olas que hemos creado.
Comienzo a nadar a la vez que esquivo y me recoloco intentando encontrar una trayectoria despejada y una línea libre y limpia que me permita nadar más fácilmente. Algunos golpes, pero poca cosa comparada con otros triatlones donde he llegado a pasarlo  muy mal.
Llegamos a la primera boya y enfilamos la larga línea que nos ayuda con esa pequeña corriente a nuestro favor.
Voy bien pero tratando de no relajarme demasiado.
Ya casi no lo recuerdo, pero la primera vuelta fue en 33', con lo que eso significó en términos de moral.
Vuelvo al mar y me pego un poco más a la corchera, pensando un poco cómo le estará marchando las cosas al resto. La última recta se hace un poco más costosa, pero sin grandes agobios ni esfuerzos.
Salgo del agua en 1h08', pisando la alfombra en 1h09'. He conseguido hacer menos de 1h10' y la verdad es que me alegro un montón, a pesar de que es un tiempo malo (Ale, por ejemplo, ya llevaba 10' pedaleando).
Transición rápida y echo en falta los barreños de agua para la arena de los pies. Algo que he visto allí otros años.
Corro a por la bici y ya escucho a las cheerleaders animando...

La LAVA y el VIENTO...
Es curioso lo rápido que sucede todo cuando te lo pasas bien, y es que en los primeros metros de bici pienso que ya se terminó el segmento de natación y que ya no volveré a nadar en esas aguas cristalinas hasta dentro de un año, o dos, o tres...
Antes de salir de Puerto del Carmen veo tres caídas y no consigo entender por qué la gente arriesga tanto en este tramo. Por qué esas prisas y ese desenfreno si acabamos de empezar.
Me pasa Mr Raimon y poco a poco lo veo alejarse en la distancia. Le auguro un buen segmento y mejor carrera.
El primer track es de subida constante hacia Macher, hay que ir dosificando desde ya y llevando la correcta ejecución del plan de alimentación/hidratación.
Bajada hasta Yaiza, localidad que viera surgir la lava de la tierra y contemplar como la isla siguió cambiando y creciendo.
Tramo rápido hasta las Salinas de Janubio, Los Hervideros y el Golfo, donde el cambio comienza a saltar en algunos desarrollos.
Remontamos hacia Yaiza nuevamente y en este tramo ascendente los saltos del cambio se repiten y aumentan.
Decido parar en cuanto vea a los mecánicos y hacer un ajuste rápido.
Algo raro puesto que el jueves y viernes la bicicleta iba perfecta.
Entrada en Timanfaya, viento de cara y empezamos a subir...
Ahora el plato no entra y me roza con el desviador, haciendo un ruido infernal que me hacía pensar que la bicicleta acabaría desarmándose.
Me agobio un poco pero se que en subida no necesito el plato y es por lo que me concentro en contemplar la belleza del lugar y dedicarle los kms prometidos a Martha.
Una pena que en esta parte tan hermosa no me dejara extasiar por los volcanes, los campos de malpaís y el color cobrizo y quemado que todo lo rodea.
A la altura de los camellos sigo sin ver a los mecánicos, queda poco para coronar el alto de Timanfaya y me preocupa bajar con el plato pequeño.
Desciendo sin plato y en el llano, junto al Diablo, paro y recoloco el desviador, tenso el cambio, compruebo y parece que la cosa va.
Reparo el problema del plato y parece que el cambio va mejor, aunque salta cuando le meto torque a la transmisión.
Llegada a Tinajo y bajada rápida hasta La Santa, donde siempre está Maricha animando.
Para llegar a Famara hay que ir descendiendo poco a poco entre arenas rubias y un paisaje desolado por el viento.
Hace ya rato que he dejado de comer las porciones de barritas y me limito a ingerir el bidón de geles, isotónico y agua, pero mantengo los comprimidos de sal.
Las sensaciones que tengo, sin llegar a ser nefastas, no son nada buenas, con molestias en la zona lumbar y falta de punch en general.
El viento ha estado presente en casi todo el recorrido y aunque no es el temido viento de Lanzarote, no ha sumado y si restado fuerza.
Enfilo la subida a Teguise con muchos ánimos del público que casi te llevan en volandas a pesar que llevamos subiendo desde Famara.
Pasado Teguise le sigue Los Nieves y el Mirador de Haría, donde soy consciente de que la cosa no marcha nada bien.
Paro y hago pis, además de tomarme medio sándwich de queso tierno con aguacate y pan integral. Recargo un segundo bidón de geles y busco alivio a mis lumbares manteniendo la postura erguida.
La bajada hasta Haría hay que extremar precauciones. Veo lugares donde he estado con la family, recuerdos de tiempos pasados disfrutando del entorno.
A la salida del pueblo me comienza a saltar el cambio a lo bestia, y en posición de escalada se me sale la cadena.
Así hasta tres veces, hasta que en la cuarta ocasión la cadena se parte.
Los primeros segundos son de asombro pero reacciono y manos a la obra consigo repararla. He perdido dos eslabones.
Han sido al menos 15 minutos y es por ello que la subida al Mirador del Río la hago fuerte. A pesar de ello no renuncio al deleite que supone la visión de tantas gamas del color azul y la belleza hostil y serena de La Graciosa. Vuelvo a dedicar mis recuerdos a Martha en estos kms tal como le  había prometido.
Tras coronar da comienzo la larga bajada, en la que no consigo llegar a sentirme bien y donde aprecio que los tiempos de bici serán mucho más altos de lo esperado.
Aún queda mucho y me doy cuenta de no estoy teniendo el día, de forma que no consigo dar lo mejor de mi sobre la bici. Descenso rápido y sin llegar a darlo todo en los tramos llanos y rápidos, ya que soy consciente de que voy justo y debo administrar mis recursos físicos para la maratón.
Comienza la subida a Nazaret y a mitad de la misma se vuelve a partir la cadena. Esta vez acometo la reparación con más resignación y paciencia, llevándome otros 15 minutos aproximadamente. El tramo de asfalto en mal estado se me hace realmente duro.
Kilómetro 140, el mismo en el que alcancé a Ale en otra ocasión, y qué diferente manera de llegar al mismo. La vez anterior pletórico y al 200%, y esta vez con todas las luces rojas encendidas en un equilibrio delicado que podía resquebrajarse en cualquier momento.
El Ironman es así, por eso es tan emocionante...
Antes de entrar en Puerto Del Carmen me pongo a llorar. Son lágrimas de rabia e impotencia que casi rayan en la compadecencia propia, algo que no debe suceder nunca, al menos no mientras realizamos una actividad de disfrute.
Llegada a boxes en 7 horas. Toda una vida...!, y es que nunca había estado tantas horas pedaleando.

La ARENA y el FUEGO.
Comienzo la maratón con la esperanza de recuperar las sensaciones poco a poco, manteniendo para ello ritmos controlados y más próximos al límite inferior que al superior.
A la mente me vienen las palabras de Mark Allen que nos recuerda que la estrategia en carrera es cambiante, que podemos sufrir momentos de crisis y si somos fríos podemos retomar el control de la misma...
No sé! Parece más fácil leerlo que llevarlo a cabo.
Hace calor y trato de buscar a mis amigos para tener referencias de tiempo y de cómo voy ubicado en la maratón.
Creo que al primero que veo es a Ale, que está terminando su primera vuelta grande, ya se que es imposible ponerme a su altura, lo cual confirma lo desastroso de mi actuación en esta edición. Ello no quita que me alegre por él, al verlo correr con buen ritmo, mejor cara y disfrutando.
La recta del aeropuerto se hace dura por el viento en contra, pero con el mismo a favor casi se me hace peor. Ese recalmón parece sancocharme en plena vida.
La soledad de la maratón es inevitable a pesar de estar rodeado de miles de personas y es que cuando el cuerpo va mal, parece que te metes en una especie de tubo de ensayo donde todo lo escuchas con ecos y en la distancia.
Bebo en todos los avituallamientos y tomo gel pero muy poco a poco, tratando de evitar problemas gástricos y no dejando que el depósito se quede vacío.
Los ritmos son de risa pero a pesar de ello no me siento frustrado ni triste. Hecho polvo si, pero disfrutando de este día que hoy no era el mío.
La ingesta de alimentos se reduce ante la necesidad de vomitar y es tras la primera vomitona cuando parece que me recompongo algo, aunque lejos de ser verdad, no es más que una falsa sensación que rápidamente me lleva a vomitar todo lo ingerido.
En el devenir de los kilómetros me cruzo con Johnny, con Raimon, Mojo, Rafa y Luis, con las chicas siempre animando...Cecil camaleónico pasa desapercibido...
Me dobla Ale que está llegando al punto de giro de la última vuelta, me paro y le aplaudo porque ha hecho una gran carrera, repito las palabras que hace unos años el me dedicó y que me dieron alas al final de la maratón:...-¡Bravo! ¡Te lo mereces!
Lo veo alejarse y vuelvo a mirar hacia Playa Honda, aún queda mucho y esto hay que acabarlo.
Coincido con Johnny que da saltos de alegría en una maratón donde fue muy sobrado y suelto, sin duda una gran mejora con respecto a otras carreras.
El sol va descendiendo y la oscuridad quiere hacer acto de presencia cuando me pasa Félix. Muy lineal, muy mantenido y completo.
Hay un momento que necesito parar a vomitar lo que ya no tengo en el interior, y es entre fuertes dolores por los calambres del estómago cuando una anciana inglesa se conmueve ante la escena y me pone la mano en la espalda hasta que parece que la cosa se calma.
Última recta y enfilo el pasillo que forma la gente. Escucho al speaker que dice mi nombre pero me siento como en una nube. Al fondo Félix me espera y nos abrazamos.
Me sorprendo  por la marca final, ya que pesé que me había colado en las 14 horas y pico.
No hay mucho tiempo para más, recoger todo y preparar el regreso a casa en barco.
A más que pasa el tiempo tras aquel día, más convencido estoy de que lo que falló no fue el día en si, que no fue eso que dije de que: -"hoy no tuve el día". Tampoco lo fue el problema de la cadena.
Creo que otra vez, llegué justo, con pocos recursos y menos kilómetros en mis piernas. Al fin y al cabo, con menos cartas para jugar.
Esta temporada he entrenado menos pero con más calidad.
La fórmula a mi no me vale, ya que debe aplicarse a deportistas con mejores condiciones y aptitudes.
En mi caso de mortal del inframundo, la falta de técnica y de calidad debo suplirla con mayor cantidad. Y creo no equivocarme...
Elegir el punto exacto en el que aceptamos el reto de la preparación de una prueba de este tipo con el hecho de compaginarla con otras aficiones, es harto difícil y siempre se descompensa una en beneficio de la otra.
La maratón de Sevilla no fue más que el aviso de lo que estaba por venir y , de hecho, fue lo que sucedió.
En todas estas explosiones o petardazos que vengo repitiendo casi sin solución de continuidad tras el Iberman del pasado año, puede que halla aprendido algo más de deporte, pero mucho más de mi mismo.
No sé que pasará en el futuro y cómo afrontaré las próximas pruebas, aunque tengo claro que, al menos de momento, la sensación de extenuación y de sufrimiento pleno que viví, me llenaba de total satisfacción, porque casi puedo afirmar que pude observar la visión de mi propia realidad anulada y dolorida como si hubiese salido de mi cuerpo. Ese disfrute del sufrimiento que puede tacharse de masoquismo, me sigue empujando a poner mi cuerpo y mi mente al límite.
Ojalá que dure mucho tiempo.
Hala pues!

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