Thursday, March 20, 2014

802

Las elecciones que hacemos en la vida son las que, antes o después, marcan el destino que nosotros y ,nadie más, forja.
Andamos caminos, que en ocasiones nos ofrecen recompensas difícilmente valorables por el valor humano que conllevan.
Repetir lo que se sabe. Mejorar lo aprendido. Asimilar lo entrenado.
Y sobre todo..., esperar.
Esperar la llamada que nos activa y nos avisa que otros necesitan de nuestra ayuda.
La vida ilumina con esperanzas a unos pero golpea con contundencia a otros.
Siempre, a todas horas, tratando de equilibrar la balanza, aunque cuando la sufrimos la vemos descompensada.
Una losa de dos toneladas me oprime el pecho desde esta mañana.
Me ahoga.
Me hunde.
Qué paradoja! Hundido...
Una vez que pones nombres y caras y piensas en esos que han dejado de estar, se te quitan las ganas de todo.
No dejas de preguntarte qué ha podido fallar, por qué a ellos...
Y es que las cosas, a veces, suceden sin más.
Y esta losa sigue pesando, más con el paso de las horas, con la fría realidad y con la aceptación de lo inevitable.
Y seguimos esperando, y mientras esperamos revisamos, practicamos, preparamos, ensayamos y volvemos a revisar en espera de esa llamada.
Y la losa te ahoga, expulsando el aire de los pulmones y evitando llenarlos nuevamente para seguir viviendo.
Y mientras el mar sigue oscuro, frío y silencioso.
 


              Bajo el ancho y estrellado cielo cava mi tumba y deja que me tienda.
              Allí descanso donde anhelaba estar, alegre viví y alegre moriré.
             Que este sea el verso que grabes para mí.
             A casa vuelve el marinero, a casa desde el mar...
            Y a casa vuelve el cazador desde la montaña...
 

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