Sunday, May 17, 2020

AGRUPAMIENTO TRAS LA BANDERA

Se me hace difícil no volver a este lugar a verter las ideas que se arremolinan en una cabeza unida a un cuerpo que no se mueve como debiera.
Como tiene por costumbre.
El 11 de septiembre de 2001 dos aviones se estrellaron contra los edificios del World Trade Center, convirtiéndose junto a otros dos que lo hicieron en el Pentágono y Pensilvania, en el ataque terrorista más impactante que el hombre ha conocido a lo largo de su historia.
Desde España lo vimos como algo lejano que no podía afectarnos. Terrible, pero lejano. Casi imposible.
Desde ese mismo día el mundo cambió. 
Lo hizo de forma inmediata y radical, afectando de forma muy directa a nuestra forma de vida y a nuestra propia visión de lo que conforma nuestro entorno.
Quizá hoy, nuestra memoria de pez made in Spain no quiera reconocerlo, pero estoy plenamente convencido de que si no lo hacemos es porque ya lo tenemos asimilado y forma parte de nuestra memoria muscular. 
Lo hacemos casi como el respirar.
Por si los EEUU nos parecían lejanos, cinematográficos tal vez, nosotros también sufrimos el impacto de ese meteorito exterminador del terrorismo yihadista.
Fue también un día 11, cifra coincidente con la anterior y que seguro que muchos amantes de profecías y adivinaciones apocalípticas  sabrían sacarle jugo. 
Cuando algo así ocurre en el propio patio de tu casa, sucede que durante un período de tiempo, te conviertes en espectador incrédulo de todo lo que acontece, incapaz de asimilar y procesar el flujo de información que se desarrolla en tan corto espacio temporal.
Probablemente, un acto reflejo de nuestro cuerpo y mente, nos proteja ante semejante nivel de muerte, destrucción y dolor ocasionados tan cerca de nuestro entorno.
Nos negamos, por momentos, a reconocer de que eso que vemos esté sucediendo realmente.
A partir de estos hitos históricos, multitud de ataques se han ido produciendo en numerosos lugares. Todos igual de terribles y dolorosos.
Pero no solo ha sido el terrorismo el único protagonista de nuestra historia, ya que también se han sucedido guerras, crisis económicas, humanitarias y de otras muchas índoles.
Quién no recuerda el dolor que nos produjo en nuestro mundo libre la visión del pequeño Aylan sobre la orilla de aquella playa de Turquía.
Su imagen llegó como una bomba y desmoronó todo nuestro estado de bienestar mental, todo nuestro acomodamiento en la vida.
Hizo que nuestras aportaciones a la ONG de turno, nuestra colaboración con el club de baloncesto de nuestro hijo, hechos que, hasta la fecha, limpiaban nuestra conciencia y nos confirmaban que éramos buenas personas, que sumábamos a la causa de un mundo mejor; quedaran relegadas a nada.
Quiero cambiar el mundo pero no quiero que me toquen lo mío...
Cambiar el mundo de los demás, de los pobres, los desahuciados, los refugiados...
Y llegaron personas ahogadas a las playas de Europa, llegaron por cientos, llegaron por miles y cada muerto que se hundió en el abismo del Mediterráneo, fue una nueva confirmación de que la Europa progre, la tierra de las oportunidades que tanto se llena la boca con la palabra unión, esa Europa, no era más que una falacia donde nos sonreímos de forma hipócrita en las reuniones, pero sin dejar de pensar y creer que algunos no somos como los otros.
Ahí están las diferencias entre el Norte y el Sur, pudiendo llegar a afirmar que lo eslavo, lo alnglosajón, lo germánico, nada tiene que ver con lo mediterráneo, lo latino, lo hispano...
Probablemente algo de razón hay en toda esa diferencia, porque, al menos desde mi punto de vista, parecemos empeñados en unirnos todos en una especie de fraternidad que no es más que una mentira.
Alianza de civilizaciones lo llegaron a llamar...
Hoy no es Brad Pitt quien recorre medio mundo buscando una cura para un virus mortal que nos convierte a todos en zombis capaces de correr a 3'/km y que devoran a todo humano no infectado.
Hace tiempo comenté en casa que la extinción del hombre de este planeta no sería motivada por los microplásticos ni por las emisiones del gasoil de mi furgo.
Sería un virus quien nos aniquilaría de la faz de la Tierra.
No voy a entrar en juicios de valor acerca de posibles teorías conspiratorias, intereses económicos de superpotencias, la industria farmacéutica, armas biológicas, etc
Lo que si se, es que la realidad supera a la ficción y lo hace con creces.
Y ahora centro el tiro sobre España, ese país que volvía a mirar a China con esa mirada de lejanía y con el convencimiento de que el mal no llegaría hasta nuestras ciudades.
Si es que China está muy lejos!
Pero de nada sirvió como el efecto devastador del tsunami arrasaba Italia, dejando a su paso miles de muertos, un país paralizado por el caos y una economía completamente bloqueada.
De nada sirvieron los avisos de nuestros amigos italianos que repetían de forma incesante que no cometiéramos sus mismos errores, que no subestimáramos esto del Covid-19.
Hicimos caso omiso. Miramos hacia otro lado haciendo oídos sordos a lo que una lógica aplastante anunciaba a bombo y platillo.
Estábamos más preocupados de no cancelar nuestros partidos de fútbol, nuestras manifestaciones progresistas, nuestros mítines propagandísticos, nuestros conciertos, Fallas, romerías, procesiones, carreras, competiciones y ferias....Nuestro mundo al fin y al cabo..., ese que no queremos alterar.
Impactó de lleno el meteorito en pleno centro del país. Ese país de las múltiples identidades, la de los treinta y dos cortijos, esa que ante lo inevitable de la aniquilación no supo agruparse tras la bandera y unir todas las fuerzas a una.
No quiero convertir estas palabras en una crítica simplista a una gestión de la crisis del Covid-19 por parte de un gobierno que ha tenido aciertos y fallos muy graves.
La otra parte de la política, la oposición, lo ha hecho peor si cabe, prestando siempre un apoyo con condiciones, con peros, con argumentos de patio de vecinos; en lugar de hacerlo de forma leal y sin fisuras.
Nos ha pesado más el rédito político de todas las facciones que el objetivo de la lucha sin cuartel contra este virus y sus consecuencias.
No hemos sabido agruparnos tras la bandera ni cuando hemos estado a punto de colapsar como pueblo.
Y que nadie entienda esto de agruparse tras la bandera con algo parecido a cualquier exaltación populista al más puro Ortega Smith, porque no van por ahí los tiros y ha quedado demostrado que eso no salva vidas y no soluciona problemas.
Vergüenza ajena  y mucha rabia lo que han hecho los nacionalismos y los separatismos utópicos de este país que han preferido seguir alentando a sus ciegos seguidores en lugar de apartar por un momento sus absurdas ideas en aras de salvaguardar a sus ciudadanos.
Rabia y asco...
Pero habrá quien piense que la sociedad ha dado una lección de civismo, de lucha, de unión y solidaridad....
Qué hay de nuestros sanitarios? En primera línea de batalla batiéndose el cobre ante el virus, sin medios, sin protección, sin descanso...
Ha habido sanitarios que han echado la bronca para que la gente respete la cuarentena porque los epis te dejan marcas en la cara y porque las jornadas son muy largas.
Hablamos de salvarnos de una pandemia que puede colapsar nuestro sistema sanitario y tras él el económico, acabando con el social más tarde y con nuestra forma de vida.
Si en una situación así no somos capaces de luchar como soldados, es que no merecemos conservar esa forma de vida que tanto tememos perder.
Qué se puede esperar de un médico?, y de un policía?, y de un gobernante?, un militar?, un empresario?, un maestro?, panadero?, camionero?.....
Qué podemos esperar de la sociedad ante una situación así? 
Pues debemos esperarlo todo. Todo y algo más, porque nos va la vida en ello,
No ha sido suficiente como para darnos cuenta de que lo que no hagamos nosotros no vendrá nadie a hacerlo. Quedará sin hacer.
Desde que comencé a escribir este post hasta ahora que lo termino han pasado muchos días. Días donde las cosas iban sucediendo sin solución de continuidad. Algunas cosas iban mejor y otras seguían golpeándose contra un muro. Como si nada se hubiera sacado en claro de todo esto.
He llegado a convencerme de que al final tienen razón aquellos "amigos" europeos que piensan que somos el "Sur", "the pies", "The snapers", "the lazys", "party breakers", etc
He pensado muy mal de nuestros dirigentes políticos, de todos, llegándome a encontrar en un callejón sin salida donde me doy cuenta de que son solo un reflejo de la sociedad. Un reflejo de mi, lo cual es muy duro y triste.
No se cuánta razón tendré en todo esto que pienso y digo. Espero que no sea demasiada.

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