Tuesday, November 29, 2016

SIX MONTHS

El tiempo no ha dejado de pasar desde aquel final de Mayo, principios de Junio, aún con desechos cetónicos y de otra índole en mi torrente sanguíneo...
Aún con el pulso alto tras la emoción del cruce de la línea de meta del Ironman de Lanzarote.
Todavía emocionado tras el reencuentro con los Mayencos en la Isla de la Lava y el viento.
Y es que desde entonces el tiempo ha seguido transcurriendo fiel a su propia esencia.
Y desde entonces mis pies han dejado de correr.
Mis piernas no han sentido la fatiga de una cuesta, de un sprint, de la arena o la tierra compacta de los caminos.
Dejé de correr desde aquel hoy lejano momento previo al verano.
Mi fascitis plantar se rebeló hasta el punto de doblegar a mi mente y necesitar de un proceso tal que solo había cabida para la recuperación.
Multitud de tratamientos han estado presentes.
Unos cuantos, la verdad...
El dolor ha sido un fiel compañero que con sus punzadas me recordaba que el problema no era de fácil solución, que era largo y que iba a ser un auténtico desafío.
En Octubre comencé el último tratamiento con muchas expectativas y el convencimiento de que estaba en la senda correcta. 
Es increíble como a pesar de la parada tan larga, la zona no conseguía regenerarse por si sola. Ni siquiera mínimamente.
El tratamiento con ondas de choque ha sido increíble, revertiendo bastante los síntomas y consiguiendo que desde entonces me haya encontrado mejor a medida que se sucedían las sesiones. 
No ha sido algo gratuito, ya que el dolor ha seguido muy presente.
El coste económico también ha sido importante.
Ayer era el día de prueba. 
Tras hablarlo con la Doctora, debía hacer un test corriendo media hora muy suave para ver cómo respondía el pie.
Reconozco que estaba nervioso antes de salir, casi como cuando se disputa una carrera competitiva o cuando vas a una cita importante.
La ciudad de Albacete fue el lugar y la tierra compacta de una de sus alamedas el suelo que debía volver a sentir al volver a encadenar los pasos en una carrera.
A un ritmo casi letárgico y tratando de percibir todos los estímulos y sensaciones que se producían tras cada aterrizaje del pie, noto cierta opresión en toda la zona del talón.
Irradiándose ligeramente al tobillo, casi como cuando se recupera uno de un esguince.
Intento relajarme y olvidarme un poco de lo que estoy haciendo, sabedor de que un exceso de atención puede convertirse en una total sugestión sensorial de la que es difícil salir y donde, seguramente, solo abunden las malas sensaciones.
Han sido muchos meses corriendo de esta guisa como para tratar de engañarme y convencerme de que lo que antes había ha dejado de estar ahí.
Tras acabar de correr y con el enfriamiento de la zona ha vuelto el dolor, ese dolor punzante y perfectamente localizado. El dolor de antes, el dolor de siempre.
La prueba ha respondido a las expectativas previstas, ya que sabíamos que no iba a ser coser y cantar y que no iba a desaparecer , así sin más, lo que hubo.
El día de hoy ha sido uno de tantos en los que lidias con ese constante "mordisco" en el talón que te recuerda que, a pesar de los cambios, esto no está ni mucho menos liquidado.
Me esperaba más, la verdad. Esperaba molestias pero con la fe en que serían de otro tipo, no sé!, diferentes tal vez. Pienso que me merecía más. ¿Pero quiénes somos nosotros para definir lo que merecemos y lo que no?
Es frustrante ver como tras haber hecho durante largo tiempo lo que supuestamente era lo correcto, el cuerpo se rebela y no permite que retome la carrera nuevamente.
Me llena una sensación de ahogo y de opresión que se combina con el conocimiento de que hay que seguir intentado luchar contra el problema.
Toca ahora hablar con la Doctora y analizar los síntomas y resultados de la prueba, aunque se que la respuesta será la misma.
Seguir machacando la zona con disparos hasta que se solucione o yo me aburra.
A ver qué sucede antes.

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