Monday, October 28, 2013

UT GVVG


Parece ser que mi comentario colgado en Facebook tras la prueba ha suscitado la idea de que he vuelto a encontrarme ante un nuevo fracaso deportivo, otro batacazo, o quizá un nuevo chasco que engrosa la lista de petardazos que se originaron tras el Iberman.
No sé bien por qué hablo en plural, ya que tras el Iberman solo he participado en el Duatlón de los americanos, donde por cierto quedé primero, aunque para nada se debe hacer reconocimiento a esa victoria donde realmente solo competí con Fracis de Rota, ya que el resto de participantes fueron a echar el rato. Lo que sí es destacable es el hecho de que el primer 5.000 lo hice  en 18’30’’ y el segundo 5000 en 19’06’’.
Tras esta carrera no he vuelto a colocarme un dorsal hasta este fin de semana en el Valle del Genal, consciente de que me enfrentaba a un prueba extremadamente dura y de la que esperaba terminar, disfrutar y conseguir algo de fuerza en las piernas. No negaré el hecho de que esperaba terminarla mejor en cuanto a resultados y estado físico final se refiere, pero en absoluto me lo he tomado como un nuevo fracaso.
Este tipo de pruebas, así como las carreras de montaña, pertenecen a un sector del deporte muy vinculado al contacto con la naturaleza, donde la satisfacción por desenvolverte entre parajes de gran belleza, se complementa con recorridos exigentes. Luego está la parte competitiva que te proporciona el hecho de colocarte un dorsal y que aumenta, si cabe, el atractivo de la prueba.
Decidir acometer estas competiciones solo responde, en mi caso, a la satisfacción de hacer algo que me gusta, beneficiándome de los efectos secundarios que proporciona correr de esta forma y asumiendo los “daños colaterales” que ocasiona. 
Es difícil encajar diferentes perfiles deportistas, así como objetivos diversos que no afecten a ese objetivo prioritario de mayor relevancia y sobre el cual todo se estructura. Digo que es difícil por no decir imposible, pero lo que no he dicho es que hay que ver un poco más allá y tratar de buscar el trasfondo de las cosas y los motivos que las justifican.
En mi caso, centrarme única y exclusivamente en preparar el Ironman de Lanzarote de forma casi exclusiva, limitando la competición a un 70.3 antes de la gran cita y a modo de test, es algo poco práctico ya que, pese a estar seguro de que es la mejor forma de garantizar un buen resultado, tiene la contrapartida de que el factor de “jugar una sola carta” cobra todo su significado. No puedo y no quiero  arriesgarme a quedarme sin nada porque una salida inesperada del trabajo me haga estar fuera. Necesito disfrutar no solo de los entrenamientos (que es lo principal), sino de la práctica deportiva en un concepto más general. Sé que  las pretensiones en cuestión de resultados no puede ni debe ser comparable a la de otro deportista más centrado/organizado, aunque sucede que en la línea de salida nos comparamos con todos indistintamente del trabajo realizado. Es algo innato a la competición…
Así pues, intento mantener ese objetivo principal rodeado de otros que me complementen aunque no sean los más aconsejables, tratando para ello, hacerlo en el momento más conveniente o menos perjudicial, como es el principio de la temporada.
Pero vayamos pues, al relato de la prueba en sí, que quizá sea lo más interesante de todo lo que pueda decir:
Nos fuimos el viernes  25 de Octubre para Jubrique, uno de los pueblos que forma parte de la comarca del Valle del Genal. Paisajes de montaña al más puro estilo de la Serranía de Ronda, muy verde por sus castaños y con esos picos cársticos tan peculiares.
En esta ocasión compartí la experiencia con David Márquez que demostró encontrarse en un estado de forma envidiable y una capacidad excepcional para acometer este tipo de pruebas. Su resultado final así lo abala con un sexto puesto en la clasificación general. Fue realmente increíble.
Salimos el sábado a las 06:00 de la mañana y la gente lo hace muy fuerte ante las rampas de Jubrique y bajo una lluvia fina que auguraba un día húmedo y sin sol. Poco a poco buscamos hueco y vamos adelantado corredores tratando de buscar nuestro lugar en la carrera y tratando de no forzar más de lo necesario, ya que es un recorrido muy largo y duro.
El hecho de ir corriendo de noche le confiere a la prueba un toque mágico, dotándola de un carácter muy especial. Buscamos las balizas que se suceden a lo largo de la ruta, unas veces con luces rojas y en el mayor de los casos con trozos de cinta de marcar. Cuando el terreno aumenta la pendiente dejamos de correr y caminamos, aprovechando el llano (que fue bien poco) y las bajadas para seguir corriendo.
Conseguimos ir recortando kms y pasando por los diferentes controles/puntos de avituallamiento donde nos iban fichando el dorsal y la gente se volcaba con la prueba.
La belleza del paisaje se complementa con la singularidad de los diferentes pueblos y sus gentes. Momento crítico fue el km 30 donde tras avituallarnos sufrimos un efecto “recarga” que nos dio alas para seguir reduciendo la distancia con mejores sensaciones. No obstante  el paso de los kilómetros, así como el desnivel en subida y bajada, va dejando sus secuelas que más tarde se hicieron notar. Seguimos a buen ritmo, que sin llegar a ser excesivo si es constante, aunque soy consciente de que David lleva algunas revoluciones más que yo y no quiero retrasarlo. Km 60, pero que fue algo más, sobre el 63 aproximadamente y donde nos comunican que vamos el 9 y 10. Subidón y a por las mochilas donde habíamos dejado ropa seca, alimentación de repuesto, etc.
Allí me cambio de calcetos, me envaselino los ñames y repongo geles y barritas en la mochila. Comemos macarrones con tomate, pepsi y café. Algo más cae…       Retomamos la marcha nuevamente, yo algo molesto por la comida, como si estuviera pesado. Me sigue durando el asunto y no consigo volver a tener ese efecto del km30, se nota que esto va pasando factura. Le comento a David que hasta aquí ha sido el Trail y que a partir de ahora empieza el Ultra. No me equivoco porque en bajada y a la altura del km70, David se me va, no aprieta sino que yo no puedo seguir bajando tan rápido. El dolor en los cuádriceps es superior a querer llevar un ritmo de bajada veloz. Se va distanciando hasta que lo pierdo. Ahora toca seguir solo, solo con mis pensamientos que en ningún momento son derrotistas ni negativos. Bajo un poco el trottle del puño de gases y mis turbinas mantienen un régimen más económico, porque queda mucho y sabemos que a partir del km 90 hay un regalo sorpresa.
Empieza a llover, aunque realmente nunca dejó de hacerlo, ahora arrecia y “jarrea” en condiciones. Paro a colocarme el chubasquero y continúo.  Un cuarto de hora después amaina lo suficiente como para optar por mojarme con el chirimiri antes que sancocharme vivo con el chubasquero. Paro y lo guardo. Continúo en bajada y me pasan corredores de la modalidad de equipo y algún individual. A nivel de fatiga, pese a estar cansado, no voy mal, pero el destrozo muscular en mis cuádriceps es importante, por lo que minimizo el impacto.
Llego a Gaucín, km92 y al salir del pueblo empieza una bajada técnica que se transforma en bajada campo a través. No hay sendero, debemos buscar las balizas para no desviarnos y pegar un brujulazo que aumente la distancia. A mitad del descenso me coge la noche. Opté por continuar con mi frontal de reserva y dejar el otro al ser más pesado. Hostia! Es como llevar una vela… Menuda porquería pese a ser de lo mejorcito en su día.
Tras el descenso se enlaza con una pista que te lleva hasta el km 102 donde espera la subida de 900mts. Es brutal, parece que estamos haciendo el tramo final de una vía en el Nanga Parbat . Daría lo que fuera por un par de bastones.
Finaliza el ascenso y comienza el descenso, otra vez al río, al fondo del valle…
Para mi bajar es mucho peor que subir. Enlazo con una pista forestal que baja más cómodamente y en todo momento se ve el último pueblo, Benalguacil, muy cerca pero inalcanzable, ya que pese a la oscuridad, intuyo el terreno y sé que hay que dar mucho rodeo siquiera para estar bajo el mismo y volver a subir.
Tras pasar este último control y separados por 4,5kms afronto el último tramo con un fortísimo dolor en los cuádriceps que ya no me permite trotar y que en cada paso se convierte en un auténtico suplicio. Me planto bajo Jubrique y subiendo las últimas rampas puedo enlazar un trote de dignidad y entrar corriendo. 21horas 19’, bastante más de lo que esperaba, pero sabedor de que en este tipo de distancias es muy complicado hacer pronósticos.
Allí me espera David con su magnífico 6º puesto dándonos un abrazo y comentando las mejores jugadas.
La noche fue difícil porque el tremendo dolor apenas deja descansar, pero tras esta llegó la mañana y pese a que el dolor persistía, nos marchamos muy contentos de la proeza realizada. Maravillados con un entorno de gran belleza y con gentes hospitalarias.
Como suele pasar en este tipo de eventos, lo que más me marca positivamente es la parte humana, esa de haber compartido de una forma algo más íntima esos dos días con David, que continúa demostrando su gran potencial deportivo y calidad.
Por último me gustaría destacar el ambiente tan sano y diferente de este mundillo de trail runners, que difiere bastante del ambiente triatlético donde la gente sin conocerse se mira un poquito recelosa. Ya lo sabía, tan solo he vuelto a comprobarlo y nada más lejos que enjuiciar a unos y otros, tan solo mencionar la diferencia.

Desde ya estoy trabajando en la recuperación pero con una sonrisa en la cara, esa del: “Bien jodido pero contento !”
Hala pues!

1 comment:

ale said...

Con esa explicacion uno te comprende mejor....
Por cierto si alguna vez me animo a hacer alguna de esas locuras, por favor desaconsejamelo, ya que veo que engancha mucho y ya es lo que me faltaba :-)