Hay una leyenda india, de la tribu de los Kiowa que habla sobre la estrella de fuego que todo hombre tiene, acompañándole a lo largo de su existencia.
La estrella de fuego se sitúa sobre uno de nuestros hombros y ahí permanece, siempre vigilante, hasta que la vida le indica que ya puede hacerse visible, indicando el final del camino para ese hombre.
El final de la vida.
Dicen que los indios Kiowas, cuando cabalgan bajo el ardiente sol, la fría lluvia o un cielo nocturno cubierto de estrellas, le piden a su estrella de fuego que no se les aparezca todavía y les permita cumplir algunos sueños, finalizar tareas inconclusas o amar con pasión amores que aún están por llegar.
También dicen, que cuando los indios Kiowas sienten que han cerrado su ciclo, le imploran a su estrella de fuego que cruce el cielo en el horizonte y así poder hallar calma y descanso.
Esta leyenda india me invita a escribir sobre algo que se considera tabú en nuestra sociedad y que no es más ni menos que el derecho a la vida o, en el caso al que me refiero, el derecho a morir.
La vida es un regalo, es una oportunidad, una bendición…Muchas palabras así la definen como un bien de valor incalculable y que una vez sacada de su empaque hay que consumirla hasta el final.
Todo aquello que implique acortarla o detenerla está mal visto a los ojos de la sociedad en la que vivimos, bien sea en los debates sobre la eutanasia, el aborto y el suicidio.
Tengo claro que es la primerísima cosa que se nos entrega justo al nacer, por lo que es nuestro primer bien, nuestra primera propiedad, por lo que arrebatársela a otro ser humano puede considerarse como el acto más reprobable de cuantos hay.
Mi reflexión no trata sobre aborto o eutanasia sino sobre el derecho al suicidio. A finalizar cuando nosotros así lo decidamos. Es nuestra vida y solo nos pertenece a nosotros, en tanto que solo nosotros deberíamos ser los únicos que decidiéramos cuándo finalizarla.
Existen multitud de razones para decidir dejar de vivir. Tantos como seres humanos habitan este planeta, y aunque muchas de esas razones nos pudieran parecer incorrectas, a los ojos de quienes han tomado la decisión de suicidarse está claro que no.
Quién soy yo para juzgar una decisión así? Es necesario que esa persona tenga que seguir sufriendo en vida solo para que sus allegados no sufran su pérdida? Quizá sea demasiado tarde y cuando recibimos la noticia de que un amigo, conocido, familiar, pareja ha decidido acabar con todo, reparemos en la falta de apoyo que le brindamos si es que pasaba un mal momento.
Normalmente la gente que pasa por momentos difíciles acaba por tomar este camino ante la incapacidad de salir del “pozo” o de la “oscuridad” donde se encuentra inmerso. Supongo que en ocasiones no recibieron la ayuda necesaria, no fueron escuchados por aquellos que más cerca estaban, no se les dedicó la atención que precisaban o simplemente se vieron solos y sin nadie a quien acudir.
Se tacha de cobardía y egoísmo a quienes acaban con su vida por elección propia, pero yo creo que nuestra cultura nos empuja a este tipo de conducta por el mero hecho de no aceptar o reconocer que el fondo cada uno va a lo suyo.
Esto último no me parece mal siempre y cuando luego no se mercadee con la decisión de quienes se han suicidado.
Es una palabra que solo leerla acojona y crea muy malas sensaciones,
Si toda esta reflexión la vinculo a mi y al preciso momento que vivo, me encantaría poder sentir muy cerca a mi estrella de fuego para poderle pedir que cruce el horizonte frente a mis ojos.
Como seres temerosos de nuestro final, solemos llenar nuestra agenda de la vida con un montón de proyectos e ideas que se supone queremos cumplir si o si. La mayoría nunca llegan a cumplirse. Ni tan siquiera a iniciarse…
Nosotros mismos nos encargamos de boicotearlos con mil excusas.
Nada de lo que aquí escribo pretende tener ni la más mínima razón. No pretendo convencer a nadie de nada puesto que solo me basta con que yo lo vea y crea así.
Es por eso que ya hace algo de tiempo que le pido a mi estrella de fuego que se cruce ante mi.
He cumplido “todo” lo que tenía en la lista. A partir de ahora, cada día viene de gratis.
Estrella de fuego, cruza el cielo frente a mi y márcame el camino para el viaje final. Ya estoy listo.
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